sábado, 25 de junio de 2011

Ítaca

Dicen que todos seguimos un camino, pero… ¿será verdad? Y de ser así, ¿cuál es el mío? He pensado en el pasado y puedo afirmar que en realidad es así: Alejandro Magno y su búsqueda del fin del mundo, Cristóbal Colón y su descubrimiento, Marco Polo y su ansiada China, Elcano y su vuelta al mundo… Todos ellos parecían tener un camino escrito, un camino que debían seguir pues la gloria les esperaba a su llegada. Para unos satisfacción, para otros sería oro, experiencia, poder… pero, ¿de verdad es el camino sólo eso? ¿Es que acaso Alejandro no consiguió que muchos de sus soldados murieses entre ellos sus mejores amigos? ¿No es probable que Colón fuera el pionero en el salvajismo practicado en la América Hispana? Entonces, ¿es el camino nuestro destino?
Si el camino es mi destino no hay otro sendero que se identifique más con el mío que Odiseo, aquel soldado Aqueo que luchó en la guerra de Troya durante diez años y que después tardó lo mismo en llegar a su propia casa. Sin embargo, ¿dónde está mi Ítaca? Él lo sabía, aunque en algunas ocasiones lo olvidó. Jugó al juego que los dioses escribieron en su vida igual que nosotros jugamos al dictado de turno. Obedecemos a nuestros padres, a nuestros amigos, a nuestras parejas; o a nuestros políticos, incluso a enseñanzas divinas de tiempos ya pasados. Nos puede parecer que son simples consejos, lecciones, advertencias… Todos influyen eligiéndonos un camino que sin lugar a dudas no deberíamos seguir. Allí no está nuestra Ítaca, y la pregunta es: ¿dónde está? ¿Acaso existe?
Que nadie olvide que cuando arribó Odiseo todo estaba destruido, Penélope ni siquiera le reconoció, su hijo igual, su pueblo se había olvidado de él excepto unos pocos. ¿Y todo por qué? Pues muy fácil, porque veinte años antes un rey había pedido su ayuda para conquistar Troya permitiendo escribir el mejor poema de la historia de la escritura.
PD: Piensa en el coste de dejarte llevar puedes escoger un mal camino. Odiseo lo perdió todo en su guerra de Troya, pues aunque pudo encontrar la gloria otorgada por la guerra, seguro que perdió lo que más amaba: Penélope. Él pudo encontrar su Ítaca, pero sin lugar a dudas yo me olvidaría de ella si supiera que lo que me espera es lo mismo que le esperó a él.

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