sábado, 18 de junio de 2011

Los lados de la vida

Permanece sentado con las piernas cruzadas, algo encorvado, demasiado cansado. Con la espalda contra la corteza de un gran roble incunable de ancho cuerpo y aún más frondosa cabeza, verde como el que más; la primavera parece haberle reconfortado después de un largo invierno. Ha pasado ya una hora y sigue con la cabeza mirando al suelo y con sus dedos jugueteando con el papel y el tabaco de liar enrollándolo una vez más en una más que larga vida. Aunque se lo hayan prohibido y no lo diga nada le importa, para él lo más querido ya se ha ido. Es difícil averiguar que puede estar pensando para cualquier persona, sin embargo, sólo hay un único pensamiento en su mente, mejor dicho, una única mujer.
Su mirada azulina fija en el cigarro recien hecho permanece inalterable, a la vez caída. Tal vez nunca haya hecho un cigarro así de perfecto. Su aspecto es buenisímo y espera que al juntarlo con su boca su sabor penetre llenando su interior en una de esas bocanadas como cuando era mozo. Un sonido le sobresalta. Es un pájaro, una tórtola común. Él es un gran conocedor de la fauna y podría reconocer a cualquier especie de ave. No tiene nombre y a pesar de ello le ha robado la mirada. Es de esas pocas veces en las que su ausencia es visible para cualqueir persona, pero no hay nada, y si alguien; pero no quien le llenó su corazón durante su vida: Elisa.
Le gustaría que le riñera, que no fumara más, sin pensarlo lo dejaría si con ello volviera. Le gustaria oír su voz aguda y algo dictatorial diciendo por enésima vez: "Mira que te lo han dicho los médicos, pero tu nada, sigues en tus trece ¡deja de fumar!" Era siempre la misma frase pronunciada en todo tipo de situaciones.

Vuelve a mirar a la tórtola, que lo mira como si fuera una estatua en ese gran bosque desierto. Los dos se paran, ¿en qué tendrá su cabeza el ave? Nadie lo sabe, sí la del anciano. Repasa su vida: su primer beso, su primera noche de amor, su boda, el nacimiento de sus hijos, los viajes; y a la vez sus riñas, sus reconciliaciones, sus risas... Una cosa tiene clara, ha sido feliz y no se arrepiente de nada.

Y por un momento su mayor vicio en la vida es desechado. Tira el cigarro al suelo. No quiere saber nada más de ese veneno. Y mira al otro lado, un lado que siempre hay y que parece cuando menos te lo esperas.

- ¡¡¡Abuelo!!! -otra sonrisa, esta vez de otro tipo, aparece en su boca.

PD: Si para una persona mayor hay siempre un futuro, más para una joven. Y recuerda: siempre hay otro lado.

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