Ella tenía esa piel color almendra algo enrojecida por las
palabras que aquel chico desgarbado y con algo de timidez estaba pronunciando.
Él, al cual le encantaba ver las expresiones de la gente, la escrutaba como si
de un experimento se tratase. Deseaba ver esclarecer esa sonrisa interior que
solo las personas más temerosas son incapaces de mostrar mediante una sonrisa
de luz nacarada en su boca. La alegría se puede expresar de muy diversas
formas, pero ninguna de mejor manera que con un beso, uno de esos furtivos, de
esos que no esperas, como salidos de una pistola para matar. Esta vez con un
motivo diferente, el de dar la vida, ¿es que acaso un beso puede matar?
Aquel beso se produjo bajo la atenta mirada de los
presentes, no eran muchos, pero los suficientes como para saber que aquello no
era una simple coincidencia, nada fruto del azar. Aquellos dos tenían más de un
secreto que confesar, sin embargo, nadie les preguntaría.
La chica arrugó su nariz, todo lo que oían sus oídos eran
locuras, desvaríos de una mente algo enajenada por amor. Cuando propuso el
plan, ciertamente incompleto y misterioso, la chica reaccionó haciendo las
preguntas pertinentes. Ella es una de esas chicas que no se deja controlar, las
órdenes no van con ella; nada por el estilo. Su fuerte carácter, conocido por
todos, hacía crear una serie de enormes vacilaciones sobre su cuerpo, ahora
tenso. A pesar de ello, aquel chico tenía la capacidad de derrumbar sus
inquietudes, de alimentar sus deseos…
El momento de hacer su maleta fue el más intenso de todos,
no estaba sola, la compañía de su hermana y su madre, las cuales ordenaban
sobre la ropa que debería llevar, llegaban a sus oídos en forma de mensajes
escritos en forma de microblog, como si fuera un perfil de twitter, todos los
mensajes contenían palabras del tipo: bonito, estampado, frío, largo, calor,
verano… De vez en cuando las miraba desafiante, quería tener esa independencia
que su espíritu creía poseer desde su nacimiento, y era con esa fijeza como
conseguía que se callasen.
El tiempo apremiaba, las prisas se sentían desde las diferentes
dependencias. El tono de voz crecía en las gargantas de todos.
- Debemos irnos –dijo él con una expresión aliviada, había accedido, o al menos no había tenido tiempo para negarse.
Ante las palabras del chico y los nervios del momento ella
hubiera soltado una de esas miradas homicidas, pero al ver los hombros
levantados y la cabeza torcida de su chico, nada pudo decir. Él cogió su equipaje asegurándola que en caso de que algo se
le olvidara no habría problema. Se despidió de sus padres y cerró la puerta a
su paso. Fue entonces, en esa soledad otorgada cuando la besó, más fuerte, más
pausado, más sensual. Y aprovechando la coyuntura, sacó de un pequeño bolso un
pañuelo negro y unos cascos.
- -
Debes ponértelo, tienes toda tu música favorita…
-ante las palabras frunció el ceño, esto era algo que sí le molestaba, pero no
quería hundirle el plan. Debía fiarse.
Trayecto en coche. El aeropuerto y, su sonido ensordecedor,
era apreciable por ella, sabía que iban a volar. De repente, él la soltó la
mano. Por un instante, se sintió sola, ella, que siempre estaba rodeada de su
familia, de sus perros, de sus amigos…
este era un momento único, diferente, pero quería desprenderse de él. Y lo hizo
cuando él quitó su pañuelo para dejar ver el avión.
-
-¿Adónde vamos?
Continuará…
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